miércoles, 13 de abril de 2011

6 I 1493. En el mar atlántico.

La unión

   Ya unos días estamos en el mar. Todavía no puedo quitarme de encima todo ese dolor causado por haber separado de muchos hombres de mi tripulación y por la pérdida de Santa María. Mirando por la borda cómo la proa corta las olas veo la sombra de la muerte. Algo me grita en la oreja que no alcanzaré el propósito. El sonido es tan intenso que poco a poco empiezo a creerle. La unión reiterada con Pinta ni siquiera me consola. Hoy por la mañana la hemos encontrado. En vez de sentirme feliz de estar juntos con el resto de mis marineros, sólo estoy pesando de la traición de Pinzón. ¡Qué descaro! Debería no haber contratado a él. Podemos cometer muchos errores en nuestras vidas, menos uno: aquel que nos destruye. Ojalá no sea inútil todo ese sufrimiento. Espero que muy pronto me salve alguien del fracaso mío. 
   El mar ya sabe que estoy intranquilo, siente mi temor y lo va a usar contra mí. Pensamientos sobre mi familia me dan fuerza para liberarme de la cárcel creada por mala suerte pero eso puede no ser suficiente. Me llega al alma la necesidad inevitable de volver a Beatriz. Su presencia me aliviará y avivará. El viaje, la fama, riquezas, vida lujosa, gratitud de la reina. Todo eso perdió su valor para mí. Estoy satisfecho. Ya había demostrado que tenía razón y había convencido a todos de que era el mejor discubridor del mundo entonces dejadme volver! Vivo sólo gracias a la creencia que hay algo que me despertará dentro de poco de esta pesadilla.


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