viernes, 15 de abril de 2011

2 II 1493. En el mar atlántico.

La ira del mar

   Como había previsto antes, el mar nos atacó. Todo empezó ayer por la tarde. Era bastante temprano para que el cielo fuera tan oscuro. Las olas parecían más grandes y fuertes que siempre, como si se intentaran defender contra el viendo que les empujaba. Era difícil respirar profundamente por el ambiente cargado. Ahora mismo sabía que todo eso era un mal signo entonces le ordené a mi tripulación que preparara las carabelas para una lucha contra la naturaleza. De verdad nos sentíamos como en un campo de batalla. Por todas partes a nuestro alrededor se oía truenos cuyos sonidos nos parecían disparos. La única diferencia era que no podíamos defendernos. 
   Cuando ya fuéramos optimistas porque la lluvia fuertísima había cesado, empezó a granizar. Salimos de Málaga y nos metimos en Malagón. Había que proteger nuestras caras de los golpes del granizo. Andando a ciegas por la cubierta, me caí y perdí el conocimiento. Me despertaron una hora después diciendo que el mar se había calmado y que todo estaba bajo su control. Yo no les creía. Sentía que había pasado algo. No me equivocaba. Los marineros finalmente confesaron que Pinta había desaparecido y que no se podía comunicar con la gente en el barco. Lo peor es la falta de preocupación en mi corazón. Mi barco probablemente se había hundido y eso no me importa nada. Lleno de indiferencia estoy descansando. Tampoco es importante la victoria de Pinzón si todavía no está muerto. Me da igual si sobrevivieron. Soy impasible ante las necesidades de los demás. ¿Hay alguien quien se preocupe por mi vida, quien cuide de mí o quien pueda pegar mi alma roto?


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