lunes, 11 de abril de 2011

28 X 1492. Juana, alguna otra isla india.

Una dura separación

   Cuando me sentaba en la costa de Guanahaní por fin decidí continuar el viaje. Me acostumbré a estar en la isla pero allí no había oro! Tenemos que enriquecernos, nuestra misión todavía no ha acabado. Había pensado mucho sobre la dirección de navegación y finalmente lo cambié. Estaba seguro hacia dónde dirigir mis barcos. ¿Cómo era posible que descubriéramos sólo una de las islas indias? No quería dejarlo así pues fuimos hacia el suroeste y el 27 de octubre encontramos una siguiente isla y la bautizamos con el nombre de Juana. ¡Viva Príncipe Juan! 
   Designé a dos de mis hombres para que revisaran el territorio durante seis días. La isla es grande y bella. Uno de mis marineros perfectamente describió a Juana: ”Ésta es la tierra más hermosa que ojos humanos hayan visto jamás”. Desgraciadamente sufrimos una derrota aplastante buscando algo valioso. La gente de aquí se comporta amablemente con nosotros, el ambiente no esconde nada especial o lo que no hemos visto. En busca de riquezas o nuevos cultivos tampoco triunfamos. Sin duda la isla no nos dará ningunos beneficios suyos. No quiero quejarme porque gracias a este viaje puedo convertirme en la persona más conocida de todo el mundo pero… ¿Por qué todavía no hay oro que pertenezca a mí? Poco a poco pierdo la panciencia. Si no encontramos riquezas, seguiríamos navegando. 
   Los últimos días tengo demasiada preocupación. Hace una semana Martín Alonso Pinzón, capitán de la Pinta, al adelantarse, se separó de otros naves. Me siento desgarrado. No dudo que hace contra mí graves acusaciones pero si las relaciones entre nosotros, los líderes, eran buenas. Es obvio que hay que solucionar estos problemas. Espero que lograré hacerlo antes de ahogarme en el mar de ansiedad.



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