miércoles, 2 de marzo de 2011

5 III 1492. Córdoba, Castilla.

Permiso

   La última noche fue muy difícil. No podía dormir, pensaba en mi vida y los viajes que todavía no había empezado. De repente un montón de dudas empezó a importunar a mi pobre cabeza. El fuego de la esperanza casi se apaga. No estaba seguro si Isabel me ayudaría.
   En la oscuridad de mi habitación oí la voz de la reina diciendo que mis planes sufrirían una derrota. El eco de su voz lo repitió muchas veces. Me pareció como que me ridiculizara y por poco me muero de depresión. Todos mis pensamientos se dirigieron hacia un camino de problemas imaginarios por mi locura. Sin embargo logré volver al propio porque por la madrugada alguien llamó a la puerta. Estaba muy sorprendido por  no estar esperando a nadie a esa hora. 
   ¡Por fin una buena noticia! El hombre que se paró delante de mi casa era un mensajero de la reina. Ella le ordenó decirme que podía reunir marineros y empezar a construir unos barcos. Cuando acabe la reconquista, me financiará el viaje. Inmediatamente salí de la casa pero tuve que esperar tres horas más porque la gente todavía dormía como niños. Luego me marché a buscar tripulación. Visité el puerto, los bares al lado de él y unas barracas antiguas donde viven marineros que tienen mucha experiencia de navegación. Este viaje es algo muy especial, pues la selección de los que tomarán parte debe ser exacto, estoy obligado a elegir los mejores. ¡No hay que tener prisa! Quiero poder confiar en cada persona de mi equipo. Tardaremos mucho tiempo en preparar los barcos. Ya que la expedición será muy larga, tienen que ser perfectamente construidos. También otra vez me encontré con Isabel cara a cara. Aunque quería, no podía esconder mis emociones. Cuando la vi, me puse de rodillas y empezé a besar sus manos dando las gracias. Mi felicidad es la esencia de la bondad cubierta por esa cara tan seria que tiene la reina. ¡Glorificaré tu nombre para siempre Vuestra Merced!


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