viernes, 4 de marzo de 2011

17 IV 1492. Santa Fe, Granada.

Las Capitulaciones de Santa Fe

   Yo, Cristóbal Colón, Virrey y Gobernador de las tierras que descubriré, he firmado un contrato con los grandes monarcas. Ahora todo está claro. Me mereceré mis títulos gracias a mis futuros éxitos científicos y económicos. Desde hoy soy también el Almirante de la mar oceánica. Además tengo el derecho a recibir la décima parte de todas las riquezas que voy a ganar. ¡Claro que este viaje es mi sueño pero expongo mi vida!
   Pues esa pequeña parte de todos los beneficios enormes es por lo menos que quiero obtener. Me doy la cuenta de mi ingenio y nadie me engañará. Los reyes también tienen que saber que no soy un navegante aficionado, estoy seguro de mi valor. Todo el documento tengo aquí:


   Todo va según mi plan perfecto. Levaré las anclas y partiré del puerto de Palos después de dos meses. Con esos beneficios, lograré un rápido ascenso social pero hay que acelerar las preparaciones. El tiempo como valor y talento, no se debe malgastar ni derrochar. Cada error cometido por mí puede desanimar los reyes. No quiero que cambien su decisión. Seguramente no les dejaré hacerlo. Todo estará preparado más temprano que lo preven. Me ocuparé de que esto se haga. 
   Ya puedo sentir ese viento marino enfriando mi cara y soplando mi pelo, ya oigo el ruido del barco con tanta fuerza golpeado por las olas que parecen perseguirse por el mar.  Con sólo pensar en esto, mi corazón se llena de gozo. Los deseos de mi vida, que tantas veces se me fueron de las manos, ahora se cumplen.

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