martes, 8 de marzo de 2011

3 VIII 1492. Puerto de Palos, Granada.

¡Adiós!
   
   Estoy en la cubierta del barco llamado Santa María. En mi mano izquierda tengo mi diario, con la otra despido la gente que ha venido al puerto, incluso con mi familia. Me llenan los sentimientos encontrados. Finalmente el viaje de mis sueños empieza pero también tengo miedo de que no sea capaz de terminarlo. Es normal porque nadie nunca se había alejado tanto de la tierra habitada. 
   Poco a poco dejo  el puerto por detrás. Las luces de la ciudad desaparecen lentamente. Esta mañana he paseado por estas calles magníficas y misteriosas de la ciudad pero ahora no puedo estar seguro si Dios me dejará verlas otra vez. Tengo que cumplir la palabra dada a mis hijos. Les prometí que regresaría sano y salvo y nada debía interponerse en mi camino. A pesar de que  tengo muchas dudas sobre mi vuelta, intentaré hacerlo. Mis hijos son importantísimos en mi vida y si no para mí mismo, para ellos tengo que sobrevivir. Muchas veces les conté que el mar era más peligroso que un asesino. Actúa muy rápido, sin ningún aviso y no tiene compasión. Ahora no podemos pararnos ya. Sin ningunos descubirimientos y beneficios nos prohibieron volver. 



   Al principio quiero llegar a las Islas Canarias donde nos van a adjuntar los navegantes del puerto de allí. Creo que nos pueden ayudar mucho porque conocen bien el mar. La gobernadora de la isla de Gomera que se llama Beatriz de Bobadilla y Ossorio  prometió acogernos durante nuestra expedición y abastecer a mi flota. No pienso quedarme allí más de tres días. El tiempo me mete prisa.


   Cuando estaba paseando por la cubierta oí una canción muy bonita cantada por algunos de mi tripulación. En mis barcos hay gente de todo el mundo. Es una mezcla cultural, porque el único condición para poder pertenecer a mi equipo era ser navegante experimentado. No entendí ni una palabra pero me gustó mucho esa melodía de aventura. Me acerqué al mástil en las oscuridades y escuchaba la canción de los marineros. En ese momento sentí tan feliz como que el tiempo se hubiera parado.

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