miércoles, 16 de marzo de 2011

7 IX 1492. En algún lugar del mar oceánico.

Lo que siento se llama obsesión…

   Pasa el siguiente día en el barco. Me siento como que el mar me robara toda la energía cada día. Me falta fuerza y paciencia para siempre hablar con mis marineros y explicarles continuamente lo mismo. Eso es el cuento de nunca acabar. ¡Qué horror! 
   Ayer sus quejas y peleas de verdad me hicieron sufrir. Cansado me tumbé cerca de la proa y así descansando me dormí. Imaginaos que se me crearon en la cabeza cosas muy extrañas. Soñé con la mujer más bella del mundo. Estaba en un bar tomando un café y casi me atraganto cuando pasaba cerca. De repente giró la cabeza y miró hacia mí o algo muy cerca de mí. Tenía el pelo más brillante que las estrellas y los labios cuyo color seguramente avergonzaría a los tulipanes. No tardé mucho tiempo en reconocerlos porque pertenecían a mi esposa Felipa. También admirando sus ojos me di cuenta de que son iguales que los de Beatriz. Sus manos suaves y delicadas ya me habían tocado, es que tan bonitas las tenía Beatriz de La Gomera. No pasaron ni unos segundos cuando la perdí de vista. A pesar de esto recordé su aspecto con detalles. Después de un rato intentando coger aire, me golpeteó en la espalda un tío diciendo con una sonrisa sospechosa: “Santa María, qué pinta tiene la niña!”. Y en ese momento me desperté. Lo más curioso no es que mis sueños me enseñen la belleza de las amadas mías, sino que mis deseos se convirtieron en una obsesión. No hay nadie sano de mente quien sueñe con los nombres de sus barcos. Ahora solo el viaje gobierna mis pensamientos. Además todavía no quiero quitármelo de la cabeza. Me gusta sentir tan libre y orgulloso de mí mismo haciendo todo por mi cuenta. Soy conciente de que probablemente nada tan excitante se me ocurrirá en la vida entonces lo aprovecha porque eso dura sólo un instante y muy pronto todo volverá a la realidad.


No hay comentarios:

Publicar un comentario