domingo, 1 de mayo de 2011

10 I 1494. La Española, otra parte de la isla.

La fiebre del oro
   
   Estamos en la costa noroeste de La Española. Navegamos muchísimo tiempo hasta que el 2 de enero de 1494, encontramos el lugar que consideré ideal para fundar el primer centro poblado, al que recientemente he llamado Isabela, en honor a la reina. Me llena alegría y muchas emociones positivas porque es la primera ciudad fundada en el Nuevo Mundo por los castellanos. La erigí, en sustitución del Fuerte de La Navidad y próximamente designaré un consejo de gobierno para regirla, del que formará parte fray Bernat Boyl. Ese asentamiento será una mezcla de puerto, astillero, aduana y almacén, a través de la cual se canalizará todo el tráfico entre la isla y Castilla. 
   La Isabela fue fundada a finales de diciembre de 1493 e inaugurada el 6 de enero de 1494 por mí en persona. La matanza de mis hombres por los aborígenes de la isla me llevó a preferir establecerla en otro lugar de la misma costa, pero muchas millas al este. 
   La construcción se compone de varias casas de madera, siendo algunas de piedras, que fueron construidas en pocos días. Esta vez les ordené a mi gente que edificara el pueblo más sólido y resistente del mundo al que ni siquiera Dios pudiera destruir. Estoy muy satisfecho del resultado de su trabajo. Después del establecimiento de la colonia, en seguida envié mis hombres al interior de la isla. ¡Imaginaos que regresaron días más tarde con algunas pepitas grandes de oro! Ante tal hallazgo, decidí enviar de regreso 12 naves, con la finalidad de conseguir provisiones, armas, animales y algunos mineros, para iniciar la conquista de la isla, ya que los nativos se mostraban poco interesados en el comercio. Escribí también una carta a los Reyes Católicos, en la que les pido autorización para empezar el tráfico de indígenas como esclavos, hecho que es rechazado por la Córona de Aragón. Creo que aprobarán mi idea. A pesar de que tienen enormes riquezas, su hambre crece. Dentro de poco estarán de oro hasta el cuello y yo gozaré de mi fama silenciosamente y viviré feliz comiendo perdiz.



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