domingo, 8 de mayo de 2011

18 III 1496. En el abismo marítimo.

El principio del fin y la despedida


   Hace exactamente una semana, dejé la tierra india. A fines de 1495, el dominio sobre la isla Española era total. En breve me encontraré con mi familia y nos iremos juntos a casa. Ahora me siento en el camarote y estoy pensando sobre el pasado. En las primeras etapas del viaje tenía todos rasgos de un gran campeón. Sin ningún problema la tripulación me escuchaba, de manera precisa realizaba mis órdenes, tenía fuerza para tomar parte en la expedición tan larga y para mí todos mis hombres eran muy importantes, me llenaba esperanza, pasión y buenas intenciones. Hace poco estas cosas se han complicado. Ya estamos mucho tiempo fuera de nuestro país natal, la gente echa de menos a sus familias. Su condición física se ha empeorado significativamente. No es como al principio. Yo también no tengo ganas de navegar. Mi deseo más grande se ha convertido en una crisis… 
   Sin embargo el mayor problema es que no tenemos suficiente oro y la reserva de comida se termina. ¿Qué puedo hacer? Había que entonces acabar la misión. El 10 de marzo de 1496, también ante las acusaciones que en la corte habían hecho los rebeldes fugados, decidí volver a Castilla, dejando a mi hermano Bartolomé a cargo de la guarnición. La decisión era difícil, pero soy responsable de las vidas de mis hombres. Todavía no sé que diré al rey, tengo miedo, pero no hay otra solución. Voy a tener mucho tiempo para pensar en encuentro con él. 
   Actualmente no pasa nada crucial. Sólo sigo preocupándome por los indios enviados por mí a Castilla. No tengo ni idea dónde ahora están. Por todas mis derrotas así como victorias llego a la conclusión de que cada día de mi vida peco. En lugar de gozar de poder vivir, torturo a mi propia alma sufriendo por tonterías. Lo único que puedo enseñar a la gente es confianza en sí mismo, esperanza y gran afán por cumplir sus sueños. Aunque no dejaré de viajar nunca, mi camino al éxito ya se ha acabado. No puedo exigir más de la vida. Durante mi primera expedición de descubrimientos el mar era mi enemigo. Ahora resulta ser mi amigo con quien peleaba mucho. Dentro de un momento voy a echar mi diario al mar. Quizá un día alguien lo encuentre y el cuento le ayude cumplir sus sueños o quizá las olas lo absorben para siempre. Estoy seguro de que viviré mucho tiempo más. Ese etapa de mi vida se acaba hoy. El viaje en realidad me dejó encontrar el equilibrio espiritual y lograr mi paz interior. Mi humanidad verdadera tanto tiempo escondida ha matado a ese profundo anhelo mío por ser una gran persona.

¡Adiós y que os guíe Dios! Así he escrito el final de mi historia. Es el título que sólo me falta:
Cristóbal Colón...
... el gran descubridor y navegante?
... el ricachón más famoso del mundo?
... o el picaflor inteligente y astuto?
No.
Cristóbal Colón... el soñador feliz.                                                                                                                                                                                                                                                                    
                                                                                                                                                                                                                                                                               

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