martes, 8 de febrero de 2011

10 IX 1485. Córdoba, Castilla.

Fuerza para vivir
   
   Como ya he mencionado pasé los últimos meses aquí en Castilla. Ese tiempo fue muy importante para mí porque tenía que hacer frente al fracaso mío. De esta agonía me sacó una mujer tan guapa como una flor durante la primavera y suave como el color del cielo por la mañana. 
   La conocí haciendo compras en un mercado cerca del centro. Su nombre, que como una canción de cuna sonaba, era Beatriz. En cuanto la ví, su cara pálida y frágil me recordó sobre mi primer amor - mi esposa, Felipa Moniz que había muerto el año pasado y la que echo de menos cada noche. Ese día, cuando me encontré a Beatriz, se me grabó en la memoria. Hoy decidimos vivir juntos. ¡Por fin siento que tengo fuerza para vivir, seguir defendiendo todos mis sueños y luchar con todo el mundo! Entonces aquí estoy yo, sentándome en mi cama con el retrato de Felipa en mis manos. Como un loco busco su sonrisa con que me solía despertar cada mañana. ¿Si vivieras mi amor, estarías orgullosa de mí?

   Te escribiría un poema pero no sé hacerlo. Así te querría describir como lo hizo Francesco Petrarca describiendo la belleza de su amada en el soneto:

Volaba la dorada cabellera
a Laura que en mil nudos la envolvía,
y de los ojos el fulgor ardía,
como el sol en mitad de su carrera.

De su piedad, o falsa o verdadera,
en el color de su rostro se teñía:
yo que al amor dispuesto me sentía,
¿qué mucho fue que de improviso ardiera?

No era su leve andar humana cosa,
sino de forma angélica y volante;
no mortal parecía, sino diosa:

y al mirarla así sola semejante
por lo bella, modesta y pudorosa,
yo ser juraba su inmortal amante.


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